No se trata de especular con los necesitados, no. La idea de negocio es aprovechar los excedentes de medicamentos (y de otros objetos de ayuda a los desfavorecidos) con destino al tercer mundo y ofrecer los servicios de etiquetado (y a ser posible también de envasado) de esos medicamentos, pero en sus propias lenguas locales para que puedan ser identificados por ellos mismos con facilidad, sabiendo lo que les viene bien en cada caso y comprendiendo el manual de instrucciones de los mismos para evitar su mal uso y sacarles el máximo provecho. Por ejemplo, los medicamentos destinados a Irak, Sudán, Chad y otros países árabes, irían todos en esa misma lengua, el árabe. Los destinados al África negra, según su país de destino, en cualquiera de sus lenguas vernáculas: wolof, fula o bambara son ejemplos de lenguas usadas por muchos millones de hablantes. Y lo mismo podría decirse de vietnamitas o indígenas sudamericanos. Esta es una propuesta para ser presentada a organismos internacionales, con los cuales el cobro está asegurado. ¿Que lo encuentra muy atrevido? Un canario montó un molino de gofio en Dakar, capital de Senegal, y actualmente su principal cliente son las Naciones Unidas, que se lo compran por toneladas para servirlo a toda esa franja del África. Cuando se ve claro no hay fronteras.