La franquicia como sistema tiene su fundamento en la transmisión de conocimientos y experiencias del franquiciador al franquiciado, no sólo de un producto o un servicio amparado por una marca, sino de un concepto empresarial cerrado, probado y rentable.

Es esa transmisión de conocimientos y experiencias donde encuentra la franquicia su gran ventaja respecto a otros sistemas parecidos y además, donde se fundamenta la reducción del riesgo empresarial de quien comienza una actividad.

El sistema de franquicia reduce el factor riesgo inherente a cualquier iniciativa comercial, ya que el franquiciador ahorra gran cantidad de inversión en la implantación de establecimientos, y el franquiciado invierte su capital de una forma "más segura" al obtener respaldo técnico, logístico, y unas garantías de éxito probado con anterioridad.

El franquiciado se beneficiará de los éxitos alcanzados por el franquiciador, y éste evitará que cometa los mismos errores que en su día pudo cometer.

En la mayoría de los casos, los futuros franquiciados no tienen experiencia alguna en el sector donde van a desarrollar su actividad, por eso, la formación se convierte en una necesidad prioritaria en todo proyecto de franquicia (muchas veces el franquiciador prefiere la inexperiencia del franquiciado). Esta formación tiene 2 fases:

  1. La instrucción teórico-práctica del franquiciado antes de comenzar la actividad, donde recibirá todos los conocimientos necesarios para gestionar adecuadamente el negocio.
  2. La formación continua del franquiciador al franquiciado, que suele ser más especializada. Es vital para la continuidad del sistema.